viernes, 31 de agosto de 2018

Amalia Sobarzo: De heroína delictiva a pastera consumida

Amalia Sobarzo: Qué significa pasar de heroína delictiva a pastera consumida

Amalia Sobarzo  en los 80's era conocida como una “chora”, o sea, delincuente que se dedica al robo, preferentemente a personas de estratos sociales altos, o que ejerce el hurto en el extranjero. Dejó a sus 4 hijos en Chile, a cargo de una cuñada, y partió a encontrarse con su esposo en Italia. Se hizo de cierta reputación en ese ambiente masculino y hostil, debido a su habilidad en el cartereo. Amalia vivió en Milán entre 1985 y 1990. Al retornar a Chile se separó de su esposo, y paulatinamente empezó a generar una adicción al consumo de pasta base.
Por: Hristo Matus
28/11/2018
Amalia, o Cherrí -como también es conocida- sale la tarde del domingo en busca de su hija Jennifer (20), quien tiene un puesto de útiles de aseo en la feria de la José María Caro. Amalia comenta que Jennifer es la hija regalona, porque para ella ambas conectan. Cuando ha estado cerca de la muerte, la imagen de su hija la detiene de cruzar a la otra vida, y le permite seguir en este mundo. Pero Jennifer sin delatar emoción alguna, responde que es la regalona porque siempre le da la luca que necesita para el vicio. Si sus hermanas le dieran plata, serían todas regalonas.
A La Cherrí le diagnosticaron cirrosis hepática en diciembre de 2017. No puede volver a tomar una gota de alcohol. Sin embargo, solo se pudo contener hasta enero del 2018, no pudo dejar sus rones de quiniento, o molotovs, como también los llama. Pero ahora sus tragos los amortigua con ⅔ partes de agua, teme un ataque al hígado si los toma puro. Lleva el ron en un pequeño morral blanco y rosa, que ella misma se cosió, muy limpio, y escondido tras su chaqueta de mezclilla.
— En mi vida probé marihuana, copete, debutales, chicotas, cocaína, heroína… pasta base… ¡qué no te he probado po chico! …Pero lo único que me enganchó tanto, tanto, fue el alcohol y la pasta.
A pesar de las nefastas consecuencias que ha tenido en su cuerpo el consumo de alcohol, Amalia considera que su marca de caín es el consumo de pasta base. Dice que el síndrome de abstinencia a esta droga la hace creer que va a morir. La psicóloga Macarena Obaid, experta en drogodependientes, se refiere a la situación de Amalia y declara: “Efectivamente, el síndrome de abstinencia se produce cuando el usuario cesa el consumo de drogas, desencadenando una serie de síntomas fisiológicos y psicológicos que llevan a que la persona sienta que se va a morir, situación por la cual generalmente terminan recayendo, ya que no logran tolerar estos síntomas. Si bien la abstinencia no genera la muerte, dentro de los síntomas característicos que podrían manifestarse en el consumidor se manifiestan: irritabilidad, ansiedad, náuseas, dolor de estómago, transpiración, angustia, mareos y paranoia”.
Bonanza
Transcurría 1979 y la pobreza en la José María Caro era general. La casa de María, madre de Amalia, era el hogar de cinco familias simultáneamente. Todos los hijos de María comenzaban a tener descendencia, y Amalia no era la excepción. Venía en camino Belén, la pequeña sería la número 21 en esa casa.
Willie, la pareja de Amalia, harto de la pobreza le sugiere la idea de que podría viajar a Italia, influenciado por un contexto de migración de varios jóvenes de su entorno, a los que les empezaba a ir bien como carteristas. Amelia aceptó. Un año después la jóven pareja ya tenía casa propia.
Según un reportaje del año 2015, de la revista canadiense Vice, la policía inglesa cataloga a los ladrones chilenos como a los más ingeniosos y habilidosos en el mundo del hurto. Los botines diarios de estos delincuentes son variables, pero en el reportaje ejemplifican con el caso de dos chilenas que fueron sorprendidas utilizando burkas para robar a turistas árabes adinerados. Traían consigo una bolsas de dinero con 130.000 euros (aproximadamente 90 millones de pesos chilenos), 20.000 libras (20 millones de pesos), más joyas de oro y diamante.
Willie desde el año 1979 iba y venía de Milán, partía en marzo y volvía en diciembre. Nunca fue sorprendido ni tuvo cargos relacionados al hurto de especies.
— Cada vez que llegaba a Chile me preñaba, para retenerme. Pero me terminé aburriendo, en el 85 le propuse irme a Italia y que trabajáramos juntos. Se negó. Pero le dije que si no me dejaba ir, me terminaría casando con cualquier pelagato de por aquí.
Amalia estuvo en Milán desde 1985 a 1990, allí vivían con una pequeña comunidad de latinoamericanos que se dedicaban al hurto. Amalia dice que hacían fiestas a la romana, en edificios en los que todo un piso les pertenecía a ellos, tapaban ventanas para no saber siquiera qué hora del día era. Se encerraban semanas enteras. Ahí Amalia conoce los excesos caros: bandejas de plata con cocaína, jeringas de heroína y botellas de whisky.
Que Amalia llegase de Italia a Chile era un acontecimiento. Llegaba un poco antes de navidad, recuerda su hermana Maricel (47). Hacía reuniones con todas sus hermanas y sobrinos, en las que abría maletas y decía: “ya niñas, ya nada es mío”, y todas se aglomeraban en busca de tesoros europeos. Maricel señala que después era gracioso ver a un montón de niños desalineados debido a la pobreza jugar con dólares y ropas caras.
Cuando Amalia volvió a Chile a principios de los noventa solo tomaba champagne y consumía cocaína. Tenía el pelo negro muy largo y sedoso, era la envidia de sus cuatro hermanas por su aspecto físico y por la bonanza material que gozaba. Ellas eran las de vida difícil y pelo duro. La Cherrí, como le empezaron a decir, tenía 30 años y una estatura media-baja, piel tersa y una personalidad destellante. Amalia volvía a Chile todos los años para la temporada de verano, pero ese regreso de 1990 fue el definitivo. Las cosas con Willie ya no estaban bien y ella no se quedaría sola en Italia, a pesar de lo bien que le estaba yendo, decía preferir volver con sus hijos. Dos años después de volver definitivamente a Chile, cayó en prisión por narcotráfico. Bajo ese contexto comenzó su adicción a la pasta base de cocaína.
La Cherrí
Tuvo una última hija luego de haber vuelto a Chile, Jennifer Sobarzo. Amalia no dejó que su pareja le pusiese su apellido. Jennifer es contenida y reservada, ha lidiado desde pequeña con los desastres de su casa. Su madre la mandaba a ella a calmar a su hermano mayor Michael (33), también adicto a la pasta base.
Jennifer comenta que mientras vivía con su madre, las cosas las vendían o terminaban siendo destruidas. Por ejemplo, la televisión fue destruida por Michael. La lanzó hacia una pared una madrugada. Michael también vendió la cocina, decía confiar en la comida que le darían los vecinos. Allí fue cuando Jennifer aceptó irse a vivir con su hermana Belén. Jennifer tiene ulceras estomacales debido a la ansiedad que le producía vivir en esa casa.
Michael Araneda empuja un carro de supermercado por la población José María Caro, dentro va su madre riendo y saludando a los vecinos. Dentro del carro Amalia va compartiendo espacio con ropas viejas y toda clase de chatarras. Esa es la forma que tienen de desplazarse cuando salen a vender lo que han recolectado, si tienen suerte en el proceso les regalan algunas cosas más. Maricel Sobarzo es la hermana menor de Amalia, afirma que los vecinos en general tratan bien a su hermana, que le dan comida y cariño, esto porque ella es generalmente muy respetuosa y le gusta hacer reír. Sin embargo, con su sobrino Michael guardan cierta distancia, suele tener un aspecto muy sucio y casi tenebroso, dice Maricel.
Amalia casi se gana la vida y los vicios manteniendo limpio un local de máquinas tragamonedas por la calle Managua, en Lo Espejo. Son variables las horas que puede pasar allí. Pasa un plumero una y otra vez por las mismas máquinas para recibir 4 mil pesos diarios, dice que le ayuda a distraerse. La dueña del local se rehúsa a hablar.
El consumo de pasta base se suele asociar a un contexto de marginalidad, pobreza y enajenación social. A pesar de todos esos puntos preocupantes, lo que más alarma es la fuerte compulsión que tiene su consumo. Según la revista chilena de neuro-psiquiatría, en su volúmen 41 expresa que de 60 personas consultadas, el 20% dice haber quedado atrapada en el consumo inmediatamente luego de haberla probado, el otro 20% consiguió el hábito a los 2 meses, el siguiente 20% a 6 meses luego de haber comenzado, un 30% fue al año de consumo, y un 10% alega nunca haber sentido una necesidad compulsiva por consumir pasta base de cocaína.
Amalia tiene tatuado en su brazo un pergamino que contiene cinco letras. Son las iniciales de sus hijos. La primera es Belén, segundo es Michael, tercera es Andrea, la cuarta Laura y por último Jennifer. Las iniciales son negras con tonos rojos, representan la sangre, y la sangre es el daño que le ha hecho sentir a sus hijos.
Willie Araneda sigue viviendo en la misma casa en la que creció, a un par de cuadras de su ex esposa Amalia. Sin embargo, desde que se separaron nunca se han vuelto a hablar. Willie tampoco supo ocupar todo el dinero que consiguió en Europa, a pesar de no tener ninguna clase de adicción como la que tiene Amalia, comenta Belén. Dice no saber a qué se dedica Willie en el presente.
Jennifer dejó de vivir con su madre a los 16 años aproximadamente, no quería dejar a su mamá sola con su hermano Michael, pero tuvo que hacerlo de todas maneras. Debido a la ansiedad que sufría, tiene úlceras estomacales que hasta el día de hoy siguen siendo un terrible dolor. Jennifer dice amar a su madre, pero le da impotencia no haber tenido una mamá que la acompañara y se hiciese realmente responsable de ella. Dice que ha tenido que lidiar con toda clase de situaciones: ha tenido que enfrentar a la policía para proteger a su madre o hermano, alucinaciones de Michael (en las que anda corriendo por la casa, pillando a un duende), señala Belén mientras ríe. También que su madre duerma por más de tres días seguidos. Jennifer dice amar a su familia, pero está aburrida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario